martes, 3 de febrero de 2009

Canción de un violador con sindrome de down


Sobre la sospecha nos es regalado
lo propio de la espera enclaustrada.
No tener miedo al lustre oficio
que nos enmaraña hacia lo positivo.
Nadie puede oler tus ropas
ni saber como en silencio absoluto
te quedas con la vista enmarcada
en el ocaso, los dientes del ocaso
mordiéndolo todo
magullando en anaranjadas muertes
el borde de los edificios
los parabrisas de los coches
la piel de los ancianos
la vergüenza de quien madura…
la tarde en su atardecer abortante
con sutil calma desfigura tus corneas
y dibuja un tembloroso campo
de tulipanes amarillos
rojos rosas naranjas
un mar de tulipanes sobre tu rostro
sutil embriago del capricho.
Carne de ángeles expuesta
en los escaparates.
Me invade el máximo dolor
que nunca podrías comprender,
los niños juegan, los veo,
nadie se detiene pero alli todo.
La tarde se marea sobre si misma,
vuela el dolor
siente el dolor
puedes sentir
como uno a uno los valcones que dan
directo a mis venas
se vienen abajo…
desierto músical
inútil presagio de lamentos.
Tus manos eran un regalo
que sostenían lo que nunca
quizas tendría que haber
sido concebido
eran tus manos
ahora la tarde se come la ciudad
y yo sin tus manos.
Las manos no están de manera directa
Atadas a las circunstancias.
Los ojos pueden mentir
Ella me lo ha dicho varias veces
Nunca la comprendo.
El aire corre mas veloz
Sobre el borde de los labios
Los labios cortando el viento
El viento cortando los labios
Hago refugio con mi mano derecha
El cigarrillo tiene que encender.
No lo sé muy bien
Trato de enmarañar una explicación
Suave como el tintineo de unos
Dientes blancos sin prisas
Unos dientes de leche sonriendo
En el otro lado del sentido.
Tu padre conoció a tu madre
Antes de conocerte a ti
Pequeña.
Ahora tu padre teme por su empleo
Y tu madre no deja de reprochárselo
Cuando almuerzan
En la mesa la jarra de agua los divide
Pero aun así todo se pierde
Con excepción de lo que nunca
Ha llegado.
Los legados cuantificados en el
Reposo de cualquier acto
Perteneciente a la vida familiar.
Tu vecina fuma a escondidas
La puedes ver fumando y supones
Que fuma a escondidas de sus espaldas.
Ella crece por fuera con la mirada
En el propagandismo de la marina.
Sus pelos son brotes de soja
El mundo una gran vaca gorda
Suculentamente triste y sin vista.
La vaca ciega atropella todo
Lo que está en su camino
Pero ni ella sabe a donde se dirije.
Tu vecina se embellece por segundos
Y ni sospecha de la gran vaca.
Fuma con los ojos entrecerrados
Y los labios prietos de rojo intenso.