Y mis días te los nombraba la lluvía
Yo te
nombraba de todas las formas
en
todas las formas
Te
nombraba y acentías de manera
gloriosa.
Casi me
olvido el tacto celeste
pececillo
plateado que ronda la noche
pocillo
de café caliente, cómo puedo
ahora
sino nombrarte.
Suspirando
los sueños de los que se fueron
Los
nudillos desgarrados de tanto llamar
a puertas que no corresponden
La
desnudez en el río que lleva las
hojas
lamidas por el bronce
Condenando
mi destierro.
Miro,
corro, grito, a veces grito
una
belleza insoportable
de
pueblos entre nubes
y espejos resueltos.
Camas
de abeto y pinos
lujos
del firmamento.
Te
hablo me reconoces en la mano
Y luego
ya no puedo recordar que
te he
dicho, y así dejo mi legado,
brillo
desaparecido, cae la tarde
y tardo
en dormirme sobre tu
Regazo.
O en tu
voz, tu voz que crece
en
silencio
como
las plantas, crece y se
alimenta
de cosas bellas
de
cosas que no tienen nombre
ni han
sido tocadas por la vida.