sábado, 27 de octubre de 2012

Enka


Y mis días te los nombraba la lluvía
Yo te nombraba de todas las formas
en todas las formas
Te nombraba y acentías de manera
gloriosa.
Casi me olvido el tacto celeste
pececillo plateado que ronda la noche
pocillo de café caliente, cómo puedo
ahora sino nombrarte.
Suspirando los sueños de los que se fueron
Los nudillos desgarrados de tanto llamar
a puertas que no  corresponden
La desnudez en el río que lleva las
hojas lamidas por el bronce
Condenando mi destierro.
Miro, corro, grito, a veces grito
una belleza insoportable
de pueblos entre nubes
y espejos resueltos.
Camas de abeto y pinos
lujos del firmamento.
Te hablo me reconoces en la mano
Y luego ya no puedo recordar que
te he dicho, y así dejo mi legado,
brillo desaparecido, cae la tarde
y tardo en dormirme sobre tu
Regazo.
O en tu voz, tu voz que crece
en silencio
como las plantas, crece y se
alimenta de cosas bellas
de cosas que no tienen nombre
ni han sido tocadas por la vida.