lunes, 5 de noviembre de 2012

Río de la Plata-1899


El pasatiempo preferido de mi familia
cuando niño.
Era sentarse en forma de circulo
sobre una gran colcha que sacábamos
los días de dorados hasta el parque municipal.
Brillaba el silencio a nuestro rededor
 las velas de los barcos se veían
hasta que el horizonte las arrebataba

siempre en forma sumisa y cautelosa.
Mirábamos partir a decenas de ellos
algunos a vapor, otros de motor…
se deformaban con la luz del cielo.
Mi padre habría 
 las cartas de su juventud
y nosotros, aun en un semicírculo
 escuchábamos con la mirada en el mar.
Casi siempre, nos emocionábamos
ahí  entonces la brisa  lavaba en caricias
la cara que llevaríamos el resto de
la semana.
Un día nos dimos cuenta que ya
no disponíamos del mar, ni de los barcos
ni del césped ni el parque municipal,
las cartas habían perdido sus contenido

Y mi padre menguaba de salud memorial.
Ahora la manta lo cubre en el ancianato,
 susurrándole sobre caracolas, sobre  la espuma
o  el olor a mi madre joven y hermosa que
siempre a las cuatro de la mañana desvelará
en su eterno entresueño un alo blanquecino
tiñendo de carmesí el filtro de un cigarrillo
u ocultando el nido de las aves
a un costado del pecho hueco.